Conjeturas
Por
Francisco Cruz Angulo
Las iglesias específicamente la católica y la evangélica se
adaptan inusitadamente a los cambios democráticos de nuestro país más aun
cuando está en puerta la sucesión presidencial en la que estará en juego el
futuro de nuestra Nación.
Ante los evidentes vacíos de información del gobierno priísta
de Enrique Peña Nieto y la falta de claridad en las propuestas de los cuatro
candidatos presidenciales de cómo combatir el flagelo de la violencia del
crimen organizado, castigar la corrupción y la impunidad y contener la
creciente desigualdad social los ministros del culto católico y evangélico
aperturan su misión pastoral a encarar los diversos problemas de sus
comunidades.
En voz del arzobispo primado de México el nayarita Dr. Carlos
Aguiar Retes sostiene que si se está ante la descomposición del tejido social
que se inicia por la violencia familiar, la falta de oportunidades de millones
de mexicanos al empleo, a la educación y a la salud y de estructuras de gobierno
inmersas en la corrupción entonces la iglesia de ser guía espiritual de su
feligresía debe ser coadyuvadora con el gobierno civil. La iglesia no debe ser ajena a los problemas
terrenales, sobre todo de los que viven en la pobreza.
Esta iglesia de compromiso social se inicia notablemente
desde la asunción del Papa Francisco como líder mundial de la grey católica.
Durante varias décadas los altos jerarcas de la iglesia
católica fueron proclives al disfrute de los bienes terrenales cercanos al
poder público y empresarial mientras que a sus sacerdotes eran constreñidos al silencio en cuestiones
sociales. Eso sí en compensación se les perdonaba ciertos pecadillos como la
gula, el abuso sexual a menores y a los don juanes que no dejaban una para
comadre. El ejemplo más nítido de estos tiempos de doble moral católica es la
red de abusos y complicidades que tejió durante décadas el fundador de los
legionarios de cristo, Marcial Maciel Degollado.
La pareja presidencial Vicente Fox y Marta Sahagún fueron sus
últimos admiradores y protectores.
Qué decir del arzobispo emérito Norberto Rivera viviendo en
la opulencia, arrogante y codeándose de
tú a tú con los poderes de las élites del poder, cómplice de curas pedófilos,
protector de grupos ultraderechistas que fueron utilizados para denigrar a
nuestras instituciones laicas y republicanas cuya bandera era la defensa de los
valores tradicionales de la familia, en contra del derecho al aborto y de la
diversidad sexual.
A partir del cambio cualitativo de la iglesia católica bajo
el liderazgo espiritual del Papa Francisco se explica el por qué varias
diócesis en el país actúan en libertad de conciencia y de compromiso con sus
feligreses.
El candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador de la
coalición “Juntos Haremos Historia” es el que mejor interpretó estos cambios de
actitud en la iglesia católica y en la evangelista. Tiene claro la importancia
de ganar para su proyecto de regeneración nacional –no de cambio de régimen
político- los millones de creyentes que aspiran a una vida digna y de justicia
social aquí en la tierra y no hasta después de la muerte como lo predicaban sus
anteriores líderes espirituales. De allí que el movimiento social político electoral
de López Obrador sea una amalgama de liberales, conservadores,
social-cristianos, masones, socialistas y libre pensadores.
No es casual que la actual clase política gobernante y
aliados pusieron el grito al cielo cuando el obispo de Chilpancingo, Guerrero, Salvador
Rangel hizo público su pacto con algunos jefes del narcotráfico en aquella
región hoy inerme por la falta de seguridad pública estatal y federal. No en
balde López Obrador apoyó el diálogo conciliador del susodicho obispo argumentando
de su urgencia cuando se trata de salvar vidas humanas y el patrimonio familiar.
La desmemoriada actual clase política gobernante debieran de
leer la historia del tráfico de drogas en México cuyo actor es el Dr. Diego
Valadez ex procurador general de la república. En este importante texto
documenta como desde el gobierno de Miguel Alemán hasta el penúltimo año de
Salinas de Gortari los presidentes de la república priístas pactaban por debajo
de la mesa con los capos el tráfico de la droga a condición que no generaran
violencia armada. Este pacto concluyó con la firma del Tratado de Libre
Comercio en el último año del régimen de Salinas de Gortari.
Fue en el gobierno del panista Felipe Calderón y en el del
priísta Enrique Peña Nieto cuando se disparó exponencialmente la violencia de
las bandas del crimen organizado derivado de la política punitiva y de
militarización en el combate al narcotráfico. Nuestro país de ser trasiego de
drogas pasó a productor y consumidor. Así pues el combate al narcotráfico es
una política fallida.
Que esa irrupción participativa de las iglesias en los
problemas sociales sea de concordia, tolerancia y de respeto a nuestras
instituciones republicanas y laicas y no de regreso a la prevalencia del poder
religioso en la toma de decisiones en las políticas públicas de quien gane la
presidencia de la república…