Es impresionante
la capacidad de movilización del político tabasqueño a llenar las plazas
públicas. En Tepic, no podía ser de otra manera. Sorprende su discurso ambiguo:
ora beligerante en contra de las oligarquías
priistas y panistas que –según él- hunden en la pobreza a millones de
mexicanos; y en otras arengas públicas llama a la conciliación entre pobres y
ricos.
Sin más garantía
que su palabra y sus convicciones, la única
prueba son esas enormes concentraciones públicas de sus seguidores en donde recalca una y otra vez que “este arroz ya se coció”
a su favor, que será el próximo presidente de México.
Mal haría en
no decirlo; lo mismo hace la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota durante
su proselitismo electoral.
Sin embargo,
la realidad es otra. La competencia electoral no se gana con buenos deseos o discursos
incendiarios en plazas públicas. Se gana con propuestas que lleguen a los
bolsillos de los mexicanos.
Ciertamente esta
campaña presidencial, en los hechos no ha sido equitativa debido a la nueva correlación
de fuerzas en el país. El PRI es gobierno en 20 entidades de la República que
concentra el 62% de la población; el PAN gobierna 6 estados de la República con
una población del 19%; en tanto que el PRD solo gobierna el Distrito Federal,
Chiapas y Guerrero con una población del 13%; y las coaliciones PRD-PAN
gobiernan Oaxaca, Sinaloa y Puebla; en cuanto a la presencia política del PT y
Movimiento Ciudadano son fuerzas testimoniales. Asimismo el tricolor es
gobierno en la mayoría de las legislaturas locales.
A partir de
esta radiografía política-electoral de nuestro país se deduce claramente que la
coalición “Compromisos por México” integrada por el PRI-PVEM disponen de un
inmenso arsenal de votos, en apoyo logístico y financiero, lo que les da
capacidad para posicionar muy bien a su candidato presidencial, Enrique Peña
Nieto.
El otro
factor adverso al candidato del Movimiento Progresista es la enclenque
estructura territorial de los partidos que lo apoyan, en este caso, el Partido
del Trabajo y el Movimiento Ciudadano, (antes Convergencia). Estos partidos son
un lastre para el “peje”, pues en lugar de allegarle votos por medio de sus
candidatos al Congreso de la Unión se cuelgan de su figura, tal y como ocurre
en Nayarit.
Si tomamos
como referente que solo en el Estado de Jalisco, Morelos, Tabasco y en el
Distrito Federal sus candidatos a gobernador son muy competitivos e incluso con
probabilidades de ganar, esto no será suficiente para alcanzar al candidato del
PRI, Enrique Peña Nieto, quien, según las encuestas, va arriba con más de 15
puntos respecto al segundo lugar.
Ignorar esta
realidad es tanto como descalificar a esas mismas encuestas que indican al
candidato perredista al Gobierno del Distrito Federal, Dr. Miguel Ángel Mancera
como el futuro vencedor, puesto que va
con más de 50 puntos arriba sobre la candidata del PRI, Beatriz Paredes.
Es innegable
el enorme liderazgo popular de López obrador. Aun perdiendo la próxima elección
será factor importante para dar gobernabilidad a nuestro país, así como en la
toma de decisiones del próximo Presidente de México, siempre y cuando no
incurra en el mismo error del 2006 cuando desconoció la envestidura presidencial
de Felipe Calderón y se autoproclamó como presidente legítimo.
Si el pueblo
no lo unge en las urnas como Primer Mandatario de la nación, no es porque el
pueblo sea masoquista o ignorante que no diferencia entre lo bueno, lo malo y
lo peor sino porque atrás de esa enorme masa popular está la incredulidad a
nuestras instituciones, el flagelo de la injusticia, la corrupción, el hambre,
el miedo a la violencia, la falta de empleo, o sea, un futuro incierto para su
familia.
Si se
denuncia que hay clientelismo electoral en esta competencia presidencial, gran
responsabilidad de esa práctica la tiene la partidocracia que para conservar toda su
cauda de privilegios impide una nueva cultura política en donde el ciudadano
sea el que decida libremente el destino de nuestro país.