jueves, 14 de marzo de 2013

EL PAPA FRANCISCO, ¿REFORMA O CONTINUIDAD?


Por Francisco Cruz Angulo

Después de dos días de expectación mundial en el mundo cristiano, el martes por la noche la cónclave de 115 cardenales eligieron al sucesor de Benedicto XVI que dimitió por razones de salud el 28 de febrero pasado. El nuevo pontífice que ocupará la silla de San Pedro es el argentino Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa francisco (mi tocayo).  Es el primer papa latinoamericano, lo cual tiene una gran relevancia histórica para nuestro continente americano porque alberga casi la mitad de la cristiandad mundial. Su ascenso a la silla de San Pedro, fue meteórica ya que inició su carrera eclesiástica ya entrando los 30 años. Antes concluyó su carrera en ingeniería química, luego ejerció la academia y más tarde tomó la senda sacerdotal.
Según algunos especialistas en los asuntos del Vaticano antes de ser Papa se ganó la confianza y el respeto del Papa Juan Pablo II y de Benedicto XVI, incluso fue uno de los más cercanos competidores de éste último.
La biografía del Papa Francisco es de claros-oscuros. En sus años d laico se desempeñó como un brillante académico, amante de la literatura y la filosofía.
Ya en el desempeño como representante de Dios aquí en la tierra –según testimonios de víctimas de la dictadura militar que padeció el pueblo argentino en la década de los 70´s- no movió un solo dedo ni alzó la voz para proteger a los miles de argentinos en desgracia que fueron asesinados o desaparecidos por los militares. Optó por el silencio.
En cambio ha sido un crítico feroz en contra de los dos últimos gobiernos argentinos de Néstor Kirchner y Cristina F. de Kirchner que despenalizaron el aborto y legalizaron los matrimonios en dos personas de diverso sexo.
En los problemas mundanos que vive Latinoamérica se mantiene indiferente; el más proclive a las tareas pastorales en reclutar más adepto para su grey religiosa.
Aún cuando su formación religiosa está cimentada en la congregación jesuita dista mucho de tener puntos de encuentro con los fundadores de la teología de la liberación, esto es, su compromiso con los pobres para salvarlos no solo de las garras del infierno sino de generar las condiciones para que los pobres, aquí en la tierra no vivan una vida de infierno, válgase la redundancia.
En cierta manera es un excelente dignatario de la cristiandad que por estos atributos de férreo apego a los viejos dogmas de la iglesia, disciplina, perseverancia y obediencia a ciega escaló paso a paso la maquinaria burocrática de El Vaticano.
Si Juan Pablo II fue un papa carismático y que se ganó el respeto y el cariño de todos los feligreses del mundo incluido el de otras religiones, este don estuvo anclado en una juventud que vivió y conoció el dolor de la segunda guerra mundial y que desde la Resistencia en su natal Polonia combatió al nazismo hitleriano. Estas vivencias lo dejaron marcado para toda su vida, lo que una vez en el trono de San Pedro desplegó una intensa campaña por la paz y la reconciliación de los pueblos por todas las latitudes del orbe.
Su gran poder moral y de convocatoria hizo posible la caída del gobierno militarista de Polonia y luego la caída del Muro de Berlín que originó la unificación de las dos Alemanias; así mismo fue un factor determinante para la caída de las estructuras Stanleynista de la Unión Soviética que acabó finalmente derrumbándose para dar paso a nuevas democracias en aquella región. Por esas acciones de gran trascendencia histórica se le llamó el “peregrino de la paz”.
El sucesor de Juan Pablo II -Benedicto XVI- no pudo con el paquete. Las sandalias de San Pedro le quedaron grandes.
Siendo un brillante intelectual se sintió incomodo ante las masas. Por otro lado su papado tuvo que enfrentar los escándalos de pedofilia en donde altos dignatarios de la iglesia católica en varios países se hicieron de la vista gorda; los escándalos de lavado de dinero en el banco de El Vaticano; su desencuentro con el fundamentalismo musulmán; la creciente pérdida de creyentes en la iglesia católica, apostólica y romana así como un raquítico reclutamiento de jóvenes a los seminarios. Y qué decir de la dispersión de la cristiandad universal a consecuencia del surgimiento de numerosas iglesias que dan distintas interpretaciones a las Santas Escrituras.
Por otro lado,  cada  día es más notable la ausencia de jóvenes en los servicios religiosos de las parroquias y en la falta de reclutas jóvenes de los seminarios.
Por último los temas que parecen irresolubles, a saber: el celibato y el que la mujer oficie misas   y otros servicios religiosos, así como el que tenga derecho al ascenso en la escala burocrática rumbo al Vaticano.
¿Tendrá el temple y los años necesarios para que el hoy recién ungido Papa Francisco deje a un lado su fervor religioso en la penumbra y lo haga su punta de lanza para encarar estos desafíos terrenales? El hecho que sea latinoamericano y jesuita, no es garantía de cambios profundos en la milenaria iglesia católica.