Por Francisco Cruz Angulo
Después de dos días de expectación mundial en el mundo
cristiano, el martes por la noche la cónclave de 115 cardenales eligieron al
sucesor de Benedicto XVI que dimitió por razones de salud el 28 de febrero
pasado. El nuevo pontífice que ocupará la silla de San Pedro es el argentino
Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa francisco (mi tocayo). Es el primer papa latinoamericano, lo cual
tiene una gran relevancia histórica para nuestro continente americano porque
alberga casi la mitad de la cristiandad mundial. Su ascenso a la silla de San
Pedro, fue meteórica ya que inició su carrera eclesiástica ya entrando los 30
años. Antes concluyó su carrera en ingeniería química, luego ejerció la
academia y más tarde tomó la senda sacerdotal.
Según algunos especialistas en los asuntos del Vaticano antes
de ser Papa se ganó la confianza y el respeto del Papa Juan Pablo II y de
Benedicto XVI, incluso fue uno de los más cercanos competidores de éste último.
La biografía del Papa Francisco es de claros-oscuros. En sus
años d laico se desempeñó como un brillante académico, amante de la literatura
y la filosofía.
Ya en el desempeño como representante de Dios aquí en la
tierra –según testimonios de víctimas de la dictadura militar que padeció el
pueblo argentino en la década de los 70´s- no movió un solo dedo ni alzó la voz
para proteger a los miles de argentinos en desgracia que fueron asesinados o
desaparecidos por los militares. Optó por el silencio.
En cambio ha sido un crítico feroz en contra de los dos
últimos gobiernos argentinos de Néstor Kirchner y Cristina F. de Kirchner que
despenalizaron el aborto y legalizaron los matrimonios en dos personas de
diverso sexo.
En los problemas mundanos que vive Latinoamérica se mantiene
indiferente; el más proclive a las tareas pastorales en reclutar más adepto
para su grey religiosa.
Aún cuando su formación religiosa está cimentada en la
congregación jesuita dista mucho de tener puntos de encuentro con los
fundadores de la teología de la liberación, esto es, su compromiso con los
pobres para salvarlos no solo de las garras del infierno sino de generar las
condiciones para que los pobres, aquí en la tierra no vivan una vida de infierno,
válgase la redundancia.
En cierta manera es un excelente dignatario de la cristiandad
que por estos atributos de férreo apego a los viejos dogmas de la iglesia,
disciplina, perseverancia y obediencia a ciega escaló paso a paso la maquinaria
burocrática de El Vaticano.
Si Juan Pablo II fue un papa carismático y que se ganó el
respeto y el cariño de todos los feligreses del mundo incluido el de otras
religiones, este don estuvo anclado en una juventud que vivió y conoció el
dolor de la segunda guerra mundial y que desde la Resistencia en su natal
Polonia combatió al nazismo hitleriano. Estas vivencias lo dejaron marcado para
toda su vida, lo que una vez en el trono de San Pedro desplegó una intensa
campaña por la paz y la reconciliación de los pueblos por todas las latitudes
del orbe.
Su gran poder moral y de convocatoria hizo posible la caída
del gobierno militarista de Polonia y luego la caída del Muro de Berlín que
originó la unificación de las dos Alemanias; así mismo fue un factor
determinante para la caída de las estructuras Stanleynista de la Unión
Soviética que acabó finalmente derrumbándose para dar paso a nuevas democracias
en aquella región. Por esas acciones de gran trascendencia histórica se le
llamó el “peregrino de la paz”.
El sucesor de Juan Pablo II -Benedicto XVI- no pudo con el
paquete. Las sandalias de San Pedro le quedaron grandes.
Siendo un brillante intelectual se sintió incomodo ante las
masas. Por otro lado su papado tuvo que enfrentar los escándalos de pedofilia en
donde altos dignatarios de la iglesia católica en varios países se hicieron de
la vista gorda; los escándalos de lavado de dinero en el banco de El Vaticano;
su desencuentro con el fundamentalismo musulmán; la creciente pérdida de
creyentes en la iglesia católica, apostólica y romana así como un raquítico
reclutamiento de jóvenes a los seminarios. Y qué decir de la dispersión de la
cristiandad universal a consecuencia del surgimiento de numerosas iglesias que
dan distintas interpretaciones a las Santas Escrituras.
Por otro lado,
cada día es más notable la
ausencia de jóvenes en los servicios religiosos de las parroquias y en la falta
de reclutas jóvenes de los seminarios.
Por último los temas que parecen irresolubles, a saber: el
celibato y el que la mujer oficie misas
y otros servicios religiosos, así como el que tenga derecho al ascenso
en la escala burocrática rumbo al Vaticano.
¿Tendrá el temple y los años necesarios para que el hoy
recién ungido Papa Francisco deje a un lado su fervor religioso en la penumbra
y lo haga su punta de lanza para encarar estos desafíos terrenales? El hecho
que sea latinoamericano y jesuita, no es garantía de cambios profundos en la
milenaria iglesia católica.