Conjeturas
Por
Francisco Cruz Angulo
El domingo
pasado el presidente Enrique Peña Nieto cumplió un año de su mandato
constitucional.
Sin duda
entregó buenas cuentas en términos generales. Tuvo dos logros importantes; a
saber, al inicio de su gestión instituyó el “Pacto por México” un documento
programático de 95 puntos de la agenda nacional consensuado por el PRI, PAN y
PRD.
Ese pacto es
un hito en la historia política contemporánea de nuestra Nación. Por primera
vez un presidente de la república logró sentar en una misma mesa a tres fuerzas
políticas disímiles, pero que tuvieron la voluntad de encontrar puntos de
coincidencia en torno a problemas cruciales del país.
De esta
agenda programática los tres partidos lograron sacar la reforma laboral, la de
la Ley de Contabilidad Pública Gubernamental, la reforma a la Ley de Amparo, la
reforma Constitucional al Sistema Educativo
Nacional, la Ley de Telecomunicaciones, la reforma Hacendaria, la reforma
Financiera, la Comisión de Transparencia de la Información y Protección de
Datos, a la cual se le da la total autonomía y posiblemente mañana será
aprobada la reforma Política-Electoral y por si fuera poco la semana que viene
se iniciará el debate y aprobación de la madre de todas las reformas, estos es,
la reforma Energética de la que se dice ya están cocinadas entre el PRI y el
PAN.
Según el
decir del presidente Peña Nieto las reformas estructurales serán la base para
la transformación de México para las próximas décadas.
Tiene razón
el mandatario federal. Sin estas reformas no se podría impulsar el desarrollo
económico ni sacar adelante los ambiciosos programas sociales y de inversión en
infraestructura carretera, ferroviaria, hidráulica, vivienda, educación, salud, seguro al
desempleo, seguro a los adultos mayores y aún más hacer rentable y competitiva
a Pemex y CFE.
No obstante
estas buenas intenciones van a contrapelo de la realidad que exigen los
tiempos.
Los desafíos
que enfrentará el Gobierno Federal distan de ser fácil. Para empezar de las
reformas constitucionales hasta hoy aprobadas por el Congreso de la Unión solo
la de educación se aprobaron sus leyes reglamentarias. La reforma a la Ley de
Telecomunicaciones solo quedó en el texto constitucional; su ley reglamentaria
lo más probable es que se postergue a un periodo extraordinario o hasta el
inicio del próximo periodo ordinario de sesiones. De las reformas
Política-Electoral y Energética todavía no sabemos el alcance y profundidad de
ellas. Lo único que conocemos es que están siendo pactadas por el PRI y el PAN
lo que llevó al PRD a deslindarse de ellas e incluso amenazó con salirse del
“Pacto por México”.
Era previsible que así ocurriera. La reforma energética
será el parte aguas de un antes y un
después de las buenas relaciones con la política reformista del presidente Peña
Nieto.
Ahora bien,
el problema real vendrá cuando dichas reformas se tengan que aterrizar. Hasta
ahora todo está plasmado en papel. Lo que falta es que entren en operación, es
decir, cuando sean instrumentadas en las distintas tareas del Gobierno y las
apliquen a sus destinatarios.
Tenemos, por
ejemplo, las enormes resistencias de la Coordinara de Trabajadores de la
Educación (CNTE) para acatar las leyes reglamentarias de la reforma educativa,
así como la de otros caciques magisteriales del SNTE en otros estados de la
república.
El Gobierno
Federal y el de los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Veracruz,
Estado de México y Distrito Federal no logran meter en cintura a los de la
Coordinadora que mediante paros, movilizaciones, plantones y actos vandálicos
pretenden echar abajo la reforma educativa. Los gobiernos se muestran débiles justificándose
como dialoguistas y conciliadores. Si
esto ocurre en materia educativa que no espera cuando tenga que encarar a los
empresarios de la comunicación o a las huestes radicales de López Obrador y algunas corrientes perredistas
que se echarán a las calles cuando se apruebe la reforma energética que según
ellos es privatizadora y que despojará a los mexicanos de la renta de los
hidrocarburos.
Los tiempos
de gracia se le agotan a Peña Nieto. En su segundo año de gobierno los
mexicanos esperamos resultados tangibles.
En primer
lugar restablecer el orden y la seguridad pública en los estados de Michoacán,
Tamaulipas, Guerrero, Veracruz y Coahuila que gran parte de su territorio
operan con impunidad los sicarios de la droga y bandas del crimen organizado.
Si bien este
gobierno cambió su estrategia en materia de seguridad nacional y le ha generado
buenos resultados al disminuir el
porcentaje de homicidios dolosos, por el contrario se incrementó el número de secuestros, la trata
de blancas y el robo a mano armada, sobre todo en el centro y norte del país.
Del
crecimiento de la economía y de los resultados en contra de la pobreza eso lo
veremos en la medida que el Gobierno Federal y de los estados ejerza con
prontitud las partidas presupuestales con transparencia, eficacia y rendición
de cuentas.
No nos
engañemos, hay obras de infraestructura que si bien generarán miles de empleos
a corto plazo, los frutos final de esas obras las veremos a mediano y a largo
plazo.
No será fácil
sacudir inercias o enfrentar poderosos intereses económicos y políticos que se
oponen al cambio o combatir la vieja
concepción asistencialista del Estado en la cual papá gobierno lo resuelve todo
sustituyéndola por una nueva cultura de
trabajo, solidaria y de
corresponsabilidad en la toma de decisiones del gobierno. En esta nueva
cultura del esfuerzo mutuo estamos
comprometidos gobierno y ciudadanía.
El
presidente Peña Nieto durante este primer año publicitó grandes expectativas de
cambio; vamos a ver si todos estamos a la altura de ellas.