lunes, 15 de abril de 2013

EL RADICALISMO DE LA CNTE


Por Francisco Cruz Angulo

En Chilpancingo, Guerrero se constituyó a fines de la semana pasada el Movimiento  Popular Guerrerense en donde confluyeron los profesores de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en el Estado de Guerrero, diversas organizaciones civiles, padres de familia y policías comunitarios.
Este frente de lucha popular fue a  iniciativa de los profesores afiliados a la  Coordinadora luego que fueron desalojados  por la Policía Federal de un plantón que bloqueó la autopista México-Acapulco en sus cuatro carriles de ida y vuelta perjudicando a miles de automovilistas que se quedaron varados por más de 6 horas durante la pasada semana santa.
La demanda central de los maestros disidentes es dar marcha atrás a la reforma al Artículo 3° Constitucional aprobada por el Congreso de la Unión y promulgada por el Ejecutivo Federal, Enrique Peña Nieto.
Este tipo de resistencia a la reforma Educativa surge en mayor o menor medida en los estados de Michoacán, Morelos, Estado de México, Chiapas y Oaxaca.
Esos movimientos tienen  dos causas  en común; a saber: Su rechazo a ser evaluados por temor al despido de no aprobar los exámenes de evaluación; dos, a perder los privilegios que adquirieron durante el prolongado amasiato SEP-SNTE y que aún siendo  oposición los disfrutaron al igual que los miembros del SNTE, entre otros, heredar o traficar sus plazas; acceso a puestos administrativos en el sistema educativo estatal bajo negociación o presión política sin tomar en cuenta el sistema escalafonario o capacidad profesional. Además el no estar dispuestos a que se les quiten comisionados sindicales, ya que son  los que se desempeñan en tareas del orden político-electoral en los partidos que les son afines.
Con la reforma al sistema educativo nacional se pondría fin a estos vicios del sistema corporativista sindical que predomina durante varias décadas en gobiernos priistas, panistas y perredistas.
Esta vieja cultura corporativa y clientelar   no puede desaparecer de la noche a la mañana y por un simple decreto presidencial. Esta cultura está enraizada en todas las entidades federativas. Por lo tanto habrá resistencia al cambio por los caciques sindicales y por gobernadores que le sacan raja político-electoral a este nocivo concubinato.
La reforma de Peña Nieto en materia educativa está siendo sometida a la prueba de fuego por estos grupos organizados. Ante tales manifestaciones de inconformidad el Secretario de Educación Pública Emilio Chuayffet y el de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong mandaron un ultimátum: o dialogo o sanciones administrativas y penales.
El endurecimiento del Gobierno Federal podría desbordarse en ambos lados si no se actúa con enorme prudencia. El miedo a perder el empleo y el hambre son el caldo de cultivo de la violencia en las calles y no habrá suficientes policías para controlarla.
Si bien el Estado tiene el derecho de utilizar la fuerza policiaca para preservar el orden y la seguridad pública, sobre todo cuando se daña a terceros. La línea de fuego es demasiado delgada que podría dar paso a una revuelta social en la región centro-sur de nuestro país de consecuencias imprevisibles.
Gobernar no es legislar; las leyes por si solas no cambian la realidad. Estas tienen que traducirse en acciones de gobierno que mejoren las condiciones de vida de todos los ciudadanos.
De concretarse los cambios cualitativos en nuestro sistema educativo nacional se estará sentando las bases para la edificación de una nueva cultura de corresponsabilidad entre gobernantes y gobernados.
Ante una eventual exacerbación en el ánimo de los grupos radicales del magisterio, el gobierno de Peña Nieto deberá seguir su política de  diálogo y  negociación política en busca de acuerdos.
Hasta hoy su buena política de comunicación le ha dado buenos resultados al generar una percepción de gobernabilidad en el país. No obstante, el pueblo exige ver resultados.