martes, 12 de junio de 2012

DE FIESTA EL PRIISMO NACIONAL

Hay buenos motivos para que el priismo nacional festeje a su candidato presidencial, Enrique Peña Nieto. El debate del pasado domingo celebrado en la Ciudad de Guadalajara no fue el inicio de su desplome electoral como algunos así lo predecían. Según algunas encuestas perdió algunos puntos, pero no los suficientes como para pensar que perderá la elección. Según un promedio de sondeo de opinión a su favor continúa su ventaja por arriba de 15 puntos.

Evaluando a los 3 candidatos más competitivos como lo son Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Josefina Vázquez Mota durante su desempeño en el último debate qué, por cierto fue visto por más de 15 millones de personas, según la percepción popular la candidata del blanquiazul fue la que más cuestionó a sus tres adversarios.  Hizo una muy buena parodia cuando llamando a realizar un ejercicio de imaginación, les puso faldas y a cada una de esas imágenes nos  mostró su lado oscuro para luego ella alzarse como la única opción para gobernar el país.

La candidata panista hizo buenas propuestas pero dejó ver claramente que sería la continuación de los dos gobiernos panistas anteriores, lo que quiere decir  será más de lo mismo, pero con n nuevo maquillaje.

Nos dio la impresión que su estrategia de abrir fuego en contra de sus 3 adversarios no fue planeada para ganar la elección presidencial sino más bien para no perder el segundo lugar, lo cual sería catastrófico para el partido en el gobierno, en este caso, el PAN.

En cambio, el candidato del PRI-PVEM con la confianza que le da saberse arriba en las preferencias electorales acudió al debate asumiéndose como el próximo presidente de la República. Con un discurso pragmatista se dirigió a los mexicanos asegurándonos que durante su gobierno habrá reconciliación nacional mediante el respeto a la pluralidad; a la libertad de expresión y a los Derechos Humanos; que buscará acuerdos en el Congreso de la Unión para emprender las grandes reformas estructurales que demanda la nación.

Lo que considero el meollo de su estrategia fue llegar a los bolsillos de los millones de electores ofreciéndonos que habrá más empleos, mejor remunerados; que a las familias elevará sus niveles de vida porque se reactivará la economía en el campo para que haya alimentos básicos baratos; que habrá una reforma energética sustentada en la inversión pública y privada que incrementará las finanzas nacionales y así abaratar el servicio de energía eléctrica.

En sus propuestas sociales de igual manera enfatizó en el apoyo alimentario a los adultos mayores de 65 años; el seguro de vida a las jefas de familia; el seguro al desempleo; el pago de vales para medicamentos cuando no los haya en el ISSSTE, IMSS y Seguro popular; computadoras a los niños y niñas de quinto y sexto año con derecho gratuito a internet; becas para estudiantes pobres y ampliar el programa “Oportunidades”  En fin, son las mismas propuestas del candidato de las izquierdas.

Esta vez, Peña Nieto no encaró a López Obrador; ni este al candidato priista. Extrañamente, no se tocaron ni con el pétalo de una rosa.

Al igual que Peña Nieto, el candidato de las izquierdas se asumió como si fuera arriba en las preferencias electorales. Hilvanó un discurso sereno, de propuestas en materia de política interna y exterior. Sus tres ejes centrales fueron: uno, austeridad republicana, es decir, bajar los salarios y quitar privilegios de la alta burocracia federal para ahorrar 300 mil millones de pesos, cantidad que ya fue cuestionada por el presidente Calderón y por el titular de la Secretaría de Hacienda.

Dos: reactivar la economía  mediante un pacto con el sector empresarial de manera que genere millón y medio de empleos al año; mejores salarios; menos desigualdad social; serenar al país de la violencia en tanto que habrá una policía federal de mando único, bien capacitada e incorruptible; más opciones de educación a nuestra juventud a efecto de que no valla a servir como carne de cañón del crimen organizado, o sea, en voz de López Obrador, salvar a la nación.

La tercera propuesta fue su política de anticorrupción, rendición de cuentas y acabar con la impunidad, que es el cáncer que agobia a nuestro país.

Pudimos advertir claramente que esta vez López Obrador no fue rijoso. Al contrario, trató de dejar la impresión de un político sensato, conciliador, dispuesto a dialogar con todos, receptivo a la crítica de sus adversarios, con la suficiente experiencia como para sacar al país de la pobreza y de la violencia. Obviamente su estrategia fue dirigirse a los electores indecisos; a que pierdan el miedo al cambio, asegurándonos  que será por la vía pacifica, institucional y de reconciliación nacional.

En suma: Enrique Peña Nieto le apostó a la consolidación de nuestras actuales instituciones democráticas para mejorar el bolsillo de las familias mexicanas.

López Obrador le apuesta a un cambio de sistema de gobierno –que ya no funciona, que está podrido- a otro más igualitario, fraterno, donde no haya tanta desigualdad social y que se restablezca la seguridad en las calles otorgándoles un mejor destino a millones de jóvenes que terminan en las bandas delincuenciales.

Por su parte, Josefina Vázquez Mota reiteró su compromiso con los derechos de la mujer; mejorar el sistema educativo de nuestra niñez y juventud y mantener la estabilidad económica del país que ha evitado las recurrentes crisis económicas de los gobiernos priistas. Doña Josefina, en la percepción ciudadana fue la que mejor lució durante el pasado debate, pero eso no le alcanzará para ganar la silla presidencial. Mas de lo mismo, no creo que sea la mejor opción para los mexicanos. Allí están los 60 mil muertos y miles de desaparecidos que no son la mejor carta de presentación para quien le apuesta al continuismo.