Por
Francisco Cruz Angulo
El Partido
de la Revolución Democrática (PRD) cumplió 24 años de su fundación. De aquella
fecha histórica para la izquierda mexicana a este año quedaron en el camino
valiosos y prestigiados cuadros de la vieja izquierda comunista, entre otros,
Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo, Gerardo Unzueta, Alejandro
Gascón Mercado, Manuel Stephens García y muchos más; unos por muerte natural y,
otros, en retiro por no coincidir con la línea táctica y estratégica de los líderes
que han dirigido al Partido del Sol Azteca en la última década.
Aun con sus
contradicciones internas el PRD tuvo la capacidad de aglutinar a todas las
corrientes de izquierda en el país, lo cual le generó una alta competitividad en
los dos últimos comicios presidenciales al constituirse en la segunda fuerza
electoral bajo el liderazgo del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Más de
15 millones de mexicanos votaron dos veces consecutivas por el proyecto de nación
de izquierda.
El ascenso
electoral del PRD se explica por varias razones; a saber: uno, el fuerte liderazgo carismático de López
Obrador; dos, la decepción de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe
Calderón que no cumplieron las expectativas de cambio que prometieron a los
mexicanos al incurrir en las mismas prácticas corruptas y clientelares del
viejo PRI y, tercero, en la exigencia de millones de compatriotas que demandan profundas
transformaciones en el régimen político, en la economía y en lo social. En la última
elección presidencial del 2012 fue patente la irrupción de la clase media sobre
todo de los jóvenes, al proyecto lopezobradorista.
Después de
esa gesta electoral en la cual esa alianza electoral de izquierda encabezada
por el PRD ganó una fuerte presencia en
la Cámara de Diputados y Senadores, sobrevino la crisis que actualmente confronta en su
interior. Primero, la deserción de López Obrador y luego construir el Movimiento de Regeneración Nacional
(MORENA) como partido político; y hoy en día los pleitos entre la corriente de
Marcelo Ebrard y los bejaranistas en contra de la actual dirección nacional que
encabeza, Jesús Zambrano al que acusan de haberse sometido a la estrategia del
gobierno priista de Enrique Peña Nieto
desdibujando el proyecto de la izquierda. De igual manera este mismo
cuestionamiento se lo hacen al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel
Mancera y al Gobernador de Morelos, Graco Ramírez, al tildarlos de
colaboracionistas del régimen priista.
A la
dirección nacional del PRD no le queda de otra. Con la deserción de López
Obrador y sus adversarios internos que a
diario le mueven el tapete para desestabilizar al partido, se vieron obligado a
tomar una iniciativa audaz que le genere al partido una buena percepción ante
los ojos de los electores, esto es, firmar el “Pacto por México” con el PAN y
el PRI a iniciativa del Presidente Peña Nieto. Este pacto ha dado buenos
resultados en escasos cinco meses de gobierno; nos referimos a la reforma constitucional
al sistema educativo nacional; la reforma a la Ley de Telecomunicaciones; a la Ley de Amparo; y
otras leyes secundarias que recogen viejas demandas de la población.
Esta vez
hemos visto un a cúpula perredista no
contestataria; que por cualquier motivo se movía bajo la lógica que el apoyo a tal o cual reforma que provenga del PRI o de
Acción Nacional era traicionar los principios ideológicos.
Desde luego
esta luna de miel con el PRI y con el presidente Peña Nieto no será por mucho
tiempo. Están en puerta reformas constitucionales como la Energética y
Hacendaria en donde podría haber profundas divergencias; luego habrá de enfrentar
elecciones en 14 estados de la República en julio próximo. De sus resultados
dependerá si cambia o no su estrategia frente al gobierno de Peña Nieto.
En nuestra
cultura política pesa más la bolsa electoral que se traduce en recursos
económicos, curules y puestos públicos, que en la construcción de un partido de
amplia base popular que lo proyecte a gobernar al país. Lamentablemente los
partidos de izquierda hoy los vemos a cada
quien jalando por su lado. Es más, el PT hizo hasta una alianza-electoral con el PRI en Baja
California y el PRD seguramente lo hará con el blanquiazul para ganar votos. Por cierto, ¿qué hace el
PRD en Nayarit? Simplemente en la desmovilización total.