miércoles, 17 de octubre de 2012

EL NUEVO FRANKENSTEIN


En días  recientes volvió  a subir al escenario político  el controvertido ex presidente nacional del Partido Acción Nacional (PAN) Lic. Manuel Espino. Esta vez no para anunciar  que se sube al carro de Enrique Peña Nieto como lo hizo durante la pasada campaña presidencial, al igual que Vicente Fox y varios tránsfugas  del PRD. En esta ocasión lo hizo para publicitar un frankenstein denominado “Partido de la Concertación  Mexicana” (PCM), casualmente las mismas del extinto Partido Comunista Mexicano, en donde militaron grandes figuras como Hernán Laborde, Valentín Campa, los pintores Diego Rivera,  David Alfaro Siqueiros,  Frida Kahlo, Arnoldo Martínez Verdugo,  Gerardo Unzueta, Ramón Sosa Montes, Gilberto Rincón Gallardo, Pablo Gómez , José Revueltas, Amalia García; y en Nayarit, los profesores Severiano Ocegueda Peña, Ernesto Cobos, Manuel Pinzón, Blas Zamudio y decenas más de ilustres mexicanos que participaron activamente en ese histórico partido.
Pues bien bajo estas siglas, uno de los dirigentes más  ultraderechistas de el Yunque como lo es Manuel Espino tiene el interés de construir un nuevo partido. Cualquier ciudadano u organización civil tiene ese derecho garantizado en nuestra constitución.
 Lo curioso de este proyecto es que estarán metidos en el mismo saco cuadros e intelectuales que militaron en el PRD y de líderes ultraconservadores como los de “Pro-vida”; incluso, según Espino, participarán hasta sacerdotes católicos.
Como Espino es el que ha dado la cara explica que en ese partido no importarán las ideologías sino la coincidencia de los grandes problemas nacionales a resolver; O sea, como se dice en la jerga política mexicana de quien  carece de una definición ideológica: “no somos de izquierda, del centro o derecha, sino todo lo contrario”. Pragmatismo puro.
Si bien los partidos políticos son el sustento de nuestra democracia, desde que el PRI dejó de ser Partido hegemónico, las instituciones partidistas, sobre todo los minipartidos, son botines patrimonialistas y clientelares en donde sus dirigentes se perpetúan por medio de su familia o por mercenarios de la política.
Hoy en día conservan como una reliquia sus principios ideológicos y programáticos por  su anodina preocupación de obtener puestos de elección popular y así gozar de prebendas del IFE y de las dietas como legisladores o escandalosos sueldos como presidentes municipales. No es que les preocupe la lucha social y salgan a la calle a denunciar y buscar solución a los problemas de la gente. Ahora optan por lo más fácil: desde sus oficinas confortables concretan alianzas sacadas de la manga para que en nombre del pueblo prolonguen y protejan sus cotos de poder. ¿Cómo concebir la creación  de un nuevo partido sin una brújula ideológica?
Recordamos que el ex dirigente nacional del blanquiazul fue un acérrimo opositor a una alianza con el PRD porque no se podía juntar el agua con el aceite. ¿Por qué ahora cambió de opinión luego que fue expulsado del PAN y este año  sumarse a la estampida de búfalos a las  afilas del priista, Enrique Peña Nieto? ¿Sera que del presidente electo obtuvo la promesa de apoyarlo logísticamente para que construya su parcelita de poder llevando como socios a ex perredistas que también se fueron a la cargada? Si así ocurriera,  el llamado partido de Concertación Mexicana (PCM) será un satélite más del PRI, tal y como lo viene siendo el PVEM.
Otro personaje que suscitó diversos comentarios en los círculos políticos del país fue nada menos que el ex presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) Jesús Ortega Martínez respecto a lo que deparará a ese partido luego de la dimisión de Andrés Manuel López Obrador.
Durante una entrevista con el periodista, Carlos Puig, el dirigente perredista admitió que de no haber una profunda reorganización  de su partido correrá el riesgo de ser una fuerza política testimonial sin posibilidad de acceder al poder presidencial.
Sustentó su crítica en que la última década los actuales dirigentes cerraron con una gruesa cortina de acero la entrada de nuevos militantes y lideres de vocación social. Y desde adentro “no escuchamos el reclamo popular por estar enfrascados en acaloradas disputa internas”.  
Jesús Ortega no descubrió el hilo negro. Desde hace más de una década su corriente “nueva izquierda” controla la estructura burocrática del PRD condición que le permite el reparto del pastel electoral, toda vez que tienen controlado el consejo político nacional y ejercen mayoría en la Asamblea Nacional. Ni siquiera López Obrador pudo resquebrajar ese poder que se ha vuelto patrimonialista. De allí que mejor optó por construir un nuevo partido “MORENA”.
Esa autocrítica será demagógica  si los “chuchos” se empecinan en no abrir el PRD a nuevos cuadros para que recupere  esa organización  su naturaleza de reivindicación social, no solo en los puestos de elección popular sino en las colonias; Ejidos y poblaciones marginadas del país.
Tenemos un ejemplo concreto en Nayarit. Desde que el PRD fue controlado por los Naranjos, solo se rotan los puestos de dirección y las curules entre los Marmolejos, y los  nachos Ponces. Ya envejecieron en ese cacicazgo de carácter familiar. ¿Cómo puede construirse un partido democrático así?