En días recientes volvió a subir al escenario político el controvertido ex presidente nacional del
Partido Acción Nacional (PAN) Lic. Manuel Espino. Esta vez no para
anunciar que se sube al carro de Enrique
Peña Nieto como lo hizo durante la pasada campaña presidencial, al igual que
Vicente Fox y varios tránsfugas del PRD.
En esta ocasión lo hizo para publicitar un frankenstein denominado “Partido de
la Concertación Mexicana” (PCM),
casualmente las mismas del extinto Partido Comunista Mexicano, en donde militaron
grandes figuras como Hernán Laborde, Valentín Campa, los pintores Diego Rivera,
David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo, Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta, Ramón Sosa Montes, Gilberto
Rincón Gallardo, Pablo Gómez , José Revueltas, Amalia García; y en Nayarit, los
profesores Severiano Ocegueda Peña, Ernesto Cobos, Manuel Pinzón, Blas Zamudio
y decenas más de ilustres mexicanos que participaron activamente en ese histórico
partido.
Pues bien
bajo estas siglas, uno de los dirigentes más
ultraderechistas de el Yunque como lo es Manuel Espino tiene el interés
de construir un nuevo partido. Cualquier ciudadano u organización civil tiene
ese derecho garantizado en nuestra constitución.
Lo curioso de este proyecto es que estarán
metidos en el mismo saco cuadros e intelectuales que militaron en el PRD y de líderes
ultraconservadores como los de “Pro-vida”; incluso, según Espino, participarán
hasta sacerdotes católicos.
Como Espino
es el que ha dado la cara explica que en ese partido no importarán las
ideologías sino la coincidencia de los grandes problemas nacionales a resolver;
O sea, como se dice en la jerga política mexicana de quien carece de una definición ideológica: “no somos
de izquierda, del centro o derecha, sino todo lo contrario”. Pragmatismo puro.
Si bien los
partidos políticos son el sustento de nuestra democracia, desde que el PRI dejó
de ser Partido hegemónico, las instituciones partidistas, sobre todo los
minipartidos, son botines patrimonialistas y clientelares en donde sus
dirigentes se perpetúan por medio de su familia o por mercenarios de la
política.
Hoy en día conservan
como una reliquia sus principios ideológicos y programáticos por su anodina preocupación de obtener puestos de
elección popular y así gozar de prebendas del IFE y de las dietas como
legisladores o escandalosos sueldos como presidentes municipales. No es que les
preocupe la lucha social y salgan a la calle a denunciar y buscar solución a
los problemas de la gente. Ahora optan por lo más fácil: desde sus oficinas
confortables concretan alianzas sacadas de la manga para que en nombre del
pueblo prolonguen y protejan sus cotos de poder. ¿Cómo concebir la
creación de un nuevo partido sin una
brújula ideológica?
Recordamos
que el ex dirigente nacional del blanquiazul fue un acérrimo opositor a una alianza
con el PRD porque no se podía juntar el agua con el aceite. ¿Por qué ahora cambió
de opinión luego que fue expulsado del PAN y este año sumarse a la estampida de búfalos a las afilas del priista, Enrique Peña Nieto? ¿Sera
que del presidente electo obtuvo la promesa de apoyarlo logísticamente para que
construya su parcelita de poder llevando como socios a ex perredistas que
también se fueron a la cargada? Si así ocurriera, el llamado partido de Concertación Mexicana
(PCM) será un satélite más del PRI, tal y como lo viene siendo el PVEM.
Otro
personaje que suscitó diversos comentarios en los círculos políticos del país
fue nada menos que el ex presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) Jesús Ortega Martínez respecto a lo que deparará a ese partido luego de
la dimisión de Andrés Manuel López Obrador.
Durante una
entrevista con el periodista, Carlos Puig, el dirigente perredista admitió que
de no haber una profunda reorganización
de su partido correrá el riesgo de ser una fuerza política testimonial
sin posibilidad de acceder al poder presidencial.
Sustentó su
crítica en que la última década los actuales dirigentes cerraron con una gruesa
cortina de acero la entrada de nuevos militantes y lideres de vocación social.
Y desde adentro “no escuchamos el reclamo popular por estar enfrascados en acaloradas
disputa internas”.
Jesús Ortega
no descubrió el hilo negro. Desde hace más de una década su corriente “nueva
izquierda” controla la estructura burocrática del PRD condición que le permite
el reparto del pastel electoral, toda vez que tienen controlado el consejo
político nacional y ejercen mayoría en la Asamblea Nacional. Ni siquiera López
Obrador pudo resquebrajar ese poder que se ha vuelto patrimonialista. De allí
que mejor optó por construir un nuevo partido “MORENA”.
Esa
autocrítica será demagógica si los
“chuchos” se empecinan en no abrir el PRD a nuevos cuadros para que
recupere esa organización su naturaleza de reivindicación social, no
solo en los puestos de elección popular sino en las colonias; Ejidos y
poblaciones marginadas del país.
Tenemos un
ejemplo concreto en Nayarit. Desde que el PRD fue controlado por los Naranjos,
solo se rotan los puestos de dirección y las curules entre los Marmolejos, y
los nachos Ponces. Ya envejecieron en
ese cacicazgo de carácter familiar. ¿Cómo puede construirse un partido
democrático así?