jueves, 2 de agosto de 2012

LOS GRANDES DESAFÍOS DE LA IZQUIERDA MEXICANA


El Partido de la Revolución Democrática (PRD) como eje articulador de las izquierdas en nuestro país, paralelamente a su lucha para que se transparente la elección presidencial de julio pasado, los integrantes de su Consejo Nacional hicieron un balance de los pasados comicios federales y alcanzaron acuerdos que son alentadores para la consecución de una fuerza política organizada y de cara al fortalecimiento de nuestro sistema democrático.
Entre sus resoluciones destacan no desdeñar su papel como segunda fuerza política electoral reflejada  en la próxima Legislatura Federal.
Reconocieron que desde esta posición se podrá influir para lograr los grandes cambios que requiere el país luego de doce años de gobiernos panistas que si bien lograron notables éxitos en la política macroeconómica y en el sistema de salud, eso no es suficiente para abatir los índices de pobreza, el desempleo y, sobre todo, la inseguridad pública que prevalece en las calles.
Otra de las resoluciones del octavo consejo nacional perredista fue mantener la unidad en la acción con los Partidos del Trabajo y del Movimiento Ciudadano, tanto en las agendas legislativas en el Congreso  de la Unión como en los movimientos sociales. Su objetivo estratégico es impedir que el Partido Revolucionario Institucional prolongue el poder presidencial más allá de seis años.
Los dirigentes de las izquierdas leyeron bien  el mensaje expresado en las urnas del pasado 01 de julio. Gran parte de su votación provino de los jóvenes y de las clases medias al emitir su voto razonado y en base a un proyecto alternativo de nación, no así los que votaron por el PRI que fue el sector más pobre de la población y con menor grado educativo.
Ante esta nueva realidad, el Partido del Sol Azteca tomó la agenda del movimiento estudiantil universitario “YoSoy #132” como parte sustancial de su agenda programática, entre los que destacan temas como la democratización de los medios de comunicación; aplicar leyes más severas en contra de la corrupción en los tres niveles de gobierno; rendición de cuentas y transparencia en ejercicio del poder público; otorgar mayores recursos económicos a la educación media y superior y a la investigación científica y tecnológica; liquidar toda clase de cacicazgos que frenen el desarrollo político del país; diseñar una nueva estrategia de enfrentar al crimen organizado sustentada en el combate a la pobreza; la educación, el empleo y una política preventiva de salud en contra a la adicción a las drogas y al alcoholismo.
La línea programática aprobada por el pleno del octavo consejo nacional da luz sobre el papel de las izquierdas en  los próximos seis años en función de considerarse como la segunda fuerza política electoral. Sin duda, ahora miran con mayor responsabilidad al futuro de la nación y no desgarrándose las vestiduras en una política contestataria y quejumbrosa que solo los conduciría a la automarginación.
La pasada campaña presidencial dio muchas lecciones a todas las organizaciones políticas del país, entre otras, quizá  las más relevantes: el agotamiento del clientelismo para ganar elecciones. Todos los partidos políticos quedaron al desnudo por el uso indiscriminado de recursos públicos en el proselitismo electoral y, por otro lado, fueron exhibidos los duopolios de las televisoras, Azteca y Televisa denunciadas como manipuladoras de la opinión pública en contubernio con una clase política que se niega a dejar las viejas artimañas clientelares para ganar elecciones.
Esto explica el por qué el cuasi presidente de la República electo, Enrique Peña Nieto haya puesto el dedo en la llaga al poner sobre la mesa la urgencia de crear instituciones autónomas y ciudadanizadas para combatir a la corrupción pública y privada; a la opacidad en la rendición de cuentas y a una política de comunicación que transparente sus relaciones con el poder público.
Los legisladores de las izquierdas deben tomarle la palabra a Peña Nieto para que una vez que tome posesión del cargo como Presidente de México cumpla su palabra.