El Partido
de la Revolución Democrática (PRD) como eje articulador de las izquierdas en
nuestro país, paralelamente a su lucha para que se transparente la elección presidencial
de julio pasado, los integrantes de su Consejo Nacional hicieron un balance de
los pasados comicios federales y alcanzaron acuerdos que son alentadores para
la consecución de una fuerza política organizada y de cara al fortalecimiento
de nuestro sistema democrático.
Entre sus
resoluciones destacan no desdeñar su papel como segunda fuerza política electoral
reflejada en la próxima Legislatura
Federal.
Reconocieron
que desde esta posición se podrá influir para lograr los grandes cambios que
requiere el país luego de doce años de gobiernos panistas que si bien lograron
notables éxitos en la política macroeconómica y en el sistema de salud, eso no
es suficiente para abatir los índices de pobreza, el desempleo y, sobre todo,
la inseguridad pública que prevalece en las calles.
Otra de las
resoluciones del octavo consejo nacional perredista fue mantener la unidad en la
acción con los Partidos del Trabajo y del Movimiento Ciudadano, tanto en las
agendas legislativas en el Congreso de
la Unión como en los movimientos sociales. Su objetivo estratégico es impedir
que el Partido Revolucionario Institucional prolongue el poder presidencial más
allá de seis años.
Los dirigentes
de las izquierdas leyeron bien el
mensaje expresado en las urnas del pasado 01 de julio. Gran parte de su votación
provino de los jóvenes y de las clases medias al emitir su voto razonado y en
base a un proyecto alternativo de nación, no así los que votaron por el PRI que
fue el sector más pobre de la población y con menor grado educativo.
Ante esta
nueva realidad, el Partido del Sol Azteca tomó la agenda del movimiento estudiantil
universitario “YoSoy #132” como parte sustancial de su agenda programática,
entre los que destacan temas como la democratización de los medios de comunicación;
aplicar leyes más severas en contra de la corrupción en los tres niveles de
gobierno; rendición de cuentas y transparencia en ejercicio del poder público; otorgar
mayores recursos económicos a la educación media y superior y a la investigación
científica y tecnológica; liquidar toda clase de cacicazgos que frenen el
desarrollo político del país; diseñar una nueva estrategia de enfrentar al
crimen organizado sustentada en el combate a la pobreza; la educación, el
empleo y una política preventiva de salud en contra a la adicción a las drogas
y al alcoholismo.
La línea programática
aprobada por el pleno del octavo consejo nacional da luz sobre el papel de las
izquierdas en los próximos seis años en
función de considerarse como la segunda fuerza política electoral. Sin duda,
ahora miran con mayor responsabilidad al futuro de la nación y no desgarrándose
las vestiduras en una política contestataria y quejumbrosa que solo los conduciría
a la automarginación.
La pasada
campaña presidencial dio muchas lecciones a todas las organizaciones políticas del
país, entre otras, quizá las más
relevantes: el agotamiento del clientelismo para ganar elecciones. Todos los
partidos políticos quedaron al desnudo por el uso indiscriminado de recursos
públicos en el proselitismo electoral y, por otro lado, fueron exhibidos los duopolios
de las televisoras, Azteca y Televisa denunciadas como manipuladoras de la opinión
pública en contubernio con una clase política que se niega a dejar las viejas
artimañas clientelares para ganar elecciones.
Esto explica
el por qué el cuasi presidente de la República electo, Enrique Peña Nieto haya
puesto el dedo en la llaga al poner sobre la mesa la urgencia de crear instituciones
autónomas y ciudadanizadas para combatir a la corrupción pública y privada; a
la opacidad en la rendición de cuentas y a una política de comunicación que
transparente sus relaciones con el poder público.
Los legisladores
de las izquierdas deben tomarle la palabra a Peña Nieto para que una vez que
tome posesión del cargo como Presidente de México cumpla su palabra.