Conjeturas
Por
Francisco Cruz Angulo
Toco fondo el cacicazgo político que durante 4 sexenios
ejerció Alberto Anaya como dirigente nacional del Partido del trabajo (PT).
La sentencia del Tribunal Federal Electoral fue contundente:
el PT perdió su registro como partido nacional al no acreditar el 3% en su
última votación federal.
Con esta decisión del TRIFE los líderes nacionales de ese
partido deberán regresar al estado mexicano todo el patrimonio de bienes e
inmuebles y una vez que se finiquiten sus deudas deberán regresar a la
Secretaría de Hacienda lo que reste de los recursos económicos entregados por
el Instituto Nacional Electoral (INE).
El PT solo conservará su registro en aquellas entidades de la
república en donde superaron el umbral en votación local, entre otros Nayarit.
Desde el origen del PT estuvo ligado al salinato. Uno de sus
principales patrocinadores fue el Ing. Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente
de la república quien junto con Alberto Anaya, los hermanos Alejandro y Oscar González
Yáñez, José Narro Céspedes y un luchador social del Estado de Durango apellidado
Cruz lograron atraer a su proyecto político a líderes locales que encabezaban
movimientos sociales que movilizados en las calles demandaban vivienda digna o
terrenos y servicios públicos para familias pobres.
Una de esas organizaciones que tenía presencia en varios
estados fue el movimiento revolucionario “Línea de Masas” de tendencia maoísta
lidereado en Nayarit por el hoy diputado local Jaime Cervantes Rivera fundador
de la colonia Prieto Crispín y otras más en esta capital y que desde la fundación
de ese partido lo ha conducido como patrimonio familiar.
Jaime en alianza con los hermanos Montiel Arce fundaron la Organización
de Colonias Independientes que engrosó las filas del PT.
Si bien los principios ideológicos y programáticos de ese
partido ponen en el centro de sus objetivos la lucha social, la construcción de
un partido de masas, la movilización popular y la democracia interna en la elección
de sus dirigentes municipales, estatales y nacionales y los puestos de elección
popular. En menos de una década todo quedó en el papel.
Una vez que el PT tuvo acceso a las prerrogativas y puestos
de elección popular Alberto Anaya no soltó las riendas de control interno al
lado de incondicionales como los hermanos Yáñez, el Dr. José Narro y José Cruz,
Jaime Cervantes, el “chueco” Herón y otros más.
Las asambleas nacionales o consejos políticos nacionales eran
las pantallas legales para legitimar las decisiones que se imponían desde la cúpula
mangoneada por el Alberto Anaya. Él era el gran elector y el inquisidor que
premiaba lealtades y castigaba cuando alguien no se alineaba.
Desde la coordinación nacional ejecutiva se designaban las
candidaturas de representación popular
en el congreso de la Unión y al coordinador de dirección estatal alternándolas
entre la misma gente cercana al Lic. Anaya.
Estas mismas acciones antidemocráticas y de farsa se reproducían
en cada comité estatal. Sus fundadores se hicieron propietarios del partido.
Esta práctica patrimonialista impidió que el PT creciera
cualitativa y cuantitativamente en las entidades en donde tenía presencia política
electoral y bloqueaba el surgimiento de nuevos liderazgos que renovaran al
partido como así ocurrió en Nayarit.
Su lógica era evidente: si crece el partido será difícil de
controlar; si lo mantenemos chiquito nadie los podría desplazar. ¿Cuál fue la
estrategia de estos sempiternos dirigentes? Muy fácil. Negociar alianzas de
puro pragmatismo con otros partidos grandes de manera de asegurarse el registro
legal y el acceso a candidaturas de mayoría y de representacion popular.
La época dorada del PT fue su alianza política con Andrés
Manuel López Obrador cuando se postuló dos veces como candidato presidencial
por el PRD y las demás izquierdas.
Aunque con candidatos ex priístas arribados al perredismo
como Ricardo Monrreal y Manuel Bartlett y otros no de militancia petista ese
partido ex salinista tuvo como nunca bancadas numerosas en ambas cámaras del
Congreso de la Unión y el ingreso de millonarias sumas de dinero público y
demás prerrogativas que inflaron la chequera del PT.
Todo fue viento en popa hasta la reforma electoral federal
del 2012 en la cual desaparecía la coalición de partido bajo un emblema común
para remplazarlas por las candidaturas comunes, esto es, que bajo el emblema de
cada partido se registrara un candidato común. Entonces para efecto de la conservación
legal del partido y del acceso a
prerrogativas dependerá de su propia votación; además se elevó el umbral
de voto para conservar su registro del 2 al 3%.
Este cambio en la legislación electoral fue veneno puro para
el PT que había sobrevivido durante décadas como parásito de López Obrador y
del PRD.
La cúpula petista creó el caldo de cultivo de su propia aniquilación.
Esa misma ruta podría recorrer el Partido del Sol Azteca
(PRD) si no reorienta su actual política clientelar y patrimonialista que lo
tiene sumido en una grave crisis de credibilidad pública…