Conjeturas
Por
Francisco Cruz Angulo
En el transcurso de la semana pasada fue aprobada por el
Pleno de la XXX Legislatura local
reformas al Código Estatal Electoral entre las que destacaron las
candidaturas independientes y la Equidad de Género, esto es, la obligatoriedad
para que los partidos políticos asignen en sus listas de candidaturas el 60%
para varones y el 40% a mujeres, tanto en titulares como en suplentes.
Naturalmente todas las fracciones parlamentarias calificaron
como un avance en nuestro sistema democrático en tanto que otorga una mayor
participación de las ciudadanas en el Congreso del Estado y en los
ayuntamientos.
Sin embargo el pasado viernes el presidente de la república
Enrique Peña Nieto durante una reunión con la Conferencia Nacional de
Gobernadores (CONAGO) hizo quedar cortos a nuestros legisladores al anunciar
que en los próximos días enviará una iniciativa al Congreso de la Unión para
reformar el COFIPE con el propósito de obligar a que todos los partidos
políticos otorguen el 50% de las candidaturas a mujeres y el 50% a varones.
Ahora faltará que esa reforma transite y sea aceptada por los partidos
políticos toda vez que acotará el poder y la influencia de las cúpulas de poder
en mano de hombres.
Creo que será motivo de un intenso debate esa iniciativa
presidencial. El hecho de igualar las oportunidades a la mujer para que esta
ocupe más curules en las dos cámaras del Congreso de la Unión no resolverá el
problema de la igualdad de género en nuestro país.
Si bien la mujer desde que se le otorgó el voto hace 60 años
sigue siendo víctima de discriminación en el hogar, en la vida social,
económica y política por quienes ostentan el poder (varones) que no le ofrecen oportunidades para prepararse
académica e intelectualmente de manera que puedan alcanzar importantes puestos
públicos con luz propia.
Esta condición de subordinación lo podemos constatar en la
mayoría de los Congresos Estatales y
presidencias municipales y en el mismo Congreso de la Unión.
Si echamos un vistazo a la vida interna de estas
instituciones podemos ver la casi nula participación de la mujer en los debates
parlamentarios y reducido número de
legisladoras ocupan la titularidad de las principales comisiones, ya que en su mayoría son utilizadas para ir a la
cargada. En su mayoría pasan sin pena ni gloria, todo porque no llevan el bagaje
intelectual para confrontar ideas en los debates de parlamento.
Lo ideal sería que llegaran a esos puestos de elección
popular las mujeres más capacitadas para que no sean utilizadas como objetos
por los líderes parlamentarios o por los dirigentes partidistas.
La igualdad de género no se resolverá por una reforma
política-electoral. El problema está anclado en profundas raíces culturales que
propician esa desigualdad de oportunidades a lo largo de la vida de una mujer. Hoy en día en estados sumamente
atrasados como Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Guerrero, incluso en la zona serrana
de Nayarit se le ve a la mujer como una mercancía de cambio, la cual es
sometida desde su infancia por los usos y costumbres de las comunidades.
Es más, en las zonas sub urbanas y rurales de la población es
víctima de una brutal violencia de parte del hombre pese a la existencia de la
comisión de los Derechos Humanos y de la penalización de la violencia y de la
violencia en el hogar o el acoso sexual en sus centros de trabajo.
La mujer será libre y competitiva cuando se despoje de los
viejos patrones culturales y acceda al conocimiento científico y tecnológico
que serán la herramienta para abrirse camino en la actividad gubernamental,
empresarial, social y cultural. La lucha por la igualdad del hombre y la mujer
estará en función a que superen ambos los viejos atavismos de una cultura
machista. La liberación del uno será la liberación del otro.