El Presidente de la República, Enrique Peña Nieto y la
Secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles anunciaron en días pasados en
el municipio chiapaneco “las Margaritas” la Cruzada Nacional Contra el Hambre. A
la vieja usanza priista estuvieron presentes en el evento oficial, todo el gabinete
en pleno, 30 gobernadores, líderes parlamentarios, empresariales y de partidos políticos
y notables personajes de la sociedad civil.
La mano de Rosario Robles, -ex presidenta nacional del PRD-
se dejó ver en el discurso presidencial y en el lugar que seleccionó para mencionar
la susodicha cruzada, nada menos que “las Margaritas”, uno de los cuarteles del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), lidereado por el legendario subcomandante
Marcos.
La Cruzada Contra el Hambre estará destinada a 400 municipios
más pobres del país, en donde atenderá a 7.4 millones de gente que vive en
extrema pobreza. Se dijo que en una
primera etapa el Gobierno Federal presupuestó 4 mil millones de pesos.
Esta jornada nacional buscará cinco objetivos fundamentales a
evaluar en 6 meses, con la concurrencia de la CENEVAL y de varias universidades
públicas y privadas. Estos son:
Uno.-Cero hambre a partir de una alimentación adecuada; Dos. Eliminación
de la desnutrición infantil aguda; Tres.-Aumento de la producción de alimentos;
Cuatro.-Reducción de las pérdidas por cosechas y de alimentos; Cinco.-Impulso a
la participación comunitaria y la movilización popular.
El mandatario federal, Enrique Peña Nieto subrayó que esa
Cruzada Nacional no será de corte asistencialista, es decir, repartir despensas,
cobijas o láminas de cartón.
En efecto, por lo que señalan sus objetivos es organizar, concientizar
y movilizar para la producción de alimentos básicos, la generación de empleos y
la comercialización de sus productos para el auto consumo familiar o
comunitario. O sea, parodiando aquel viejo proverbio chino que dice “en vez de
dar pescado a la gente todos los días, mejor enséñalos a pescar”.
Este novedoso programa alimentario para los más pobres es muy
ambicioso en tanto que implica una enorme cantidad de recursos financieros; la
confluencia del sector público y privado; la trasparencia en la aplicación de
los recursos y la rendición de cuentas, puesto que cuando no hay una rigurosa evaluación
se corre el riesgo de que esos recursos
vayan a los bolsillos de políticos sinvergüenzas o ese programa sea un barril
sin fondo.
Recordemos cuando el ex presidente Luis Echevarría creo el Fondo
Nacional de Fomento Ejidal (FONAFE), entonces bajó la responsabilidad del
nayarita, José Gascón Mercado.
Uno de sus objetivos estratégicos era fomentar la producción alimentaria
en el campo; a darle valor agregado a dichos productos mediante la creación de
pequeñas empresas agroindustriales; fomentar el autoempleo y por ende mejorar
la calidad de vida del sector campesino.
Aquellos programas del FONAFE con el paso de los años
quedaron en nada.
En Nayarit, el complejo agroindustrial de San Pancho,
Municipio de Bahía de Banderas fueron saqueadas sus instalaciones por sus
mismos dirigentes ejidales; la planta pasteurizadora de leche ubicada en Jala
corrió la misma suerte y que decir del aserradero “Aprovechamientos Forestales
de Nayarit (APROFON) que funcionó en la insipiente zona industrial de Tepic. Aquel
proyecto fue un despilfarro atroz de recursos públicos.
Una de las tareas más importantes a encarar por el gobierno
de Peña Nieto es la de impulsar una nueva cultura fincada en el trabajo, en la corresponsabilidad de todos y en la rendición
de cuentas.