Los
resultados de las encuestas en las dos últimas semanas y ahora la guerra sucia
por radio, televisión y redes sociales son los ingredientes que podrían
desbordar las pasiones y polarizar a la sociedad mexicana, si el árbitro de la
competencia, en este caso el Instituto Federal Electoral, no pone orden y haga
respetar las reglas del juego.
Esta
competencia presidencial ha sido duramente criticada por la opinión pública
debido a una supuesta tendencia del
duopolio televisa y televisión azteca de promover en sus distintos programas de entretenimiento y noticieros al
candidato del PRI-PVEM, Enrique Peña Nieto.
Esta
percepción aumentó de tono luego del
surgimiento del movimiento de estudiantes universitarios denominado “Yo Soy
132” al pronunciarse en una de sus demandas por la democratización de los
medios de comunicación, juzgándolos por su parcialidad a favor del candidato
del tricolor.
Para atizar
más el fuego, a fines de la semana pasada, un periódico ingles publicó un largo
reportaje sobre unos contratos de publicidad entre la empresa “Radar, servicios
especializados” y el ex gobernador mexiquense para que a través de la empresa
televisa se publicitara la imagen pública de Peña Nieto de cara a ganar la
sucesión presidencial en los comicios del 01 de julio; y por otro lado, enlodar
la imagen de López Obrador.
Los asesores
de ambos candidatos echan más leña a la hoguera. Refritean acusaciones del
pasado en su afán de descalificarse. No obstante, el candidato del PRI, se
muestra más prudente y llama a sus seguidores a no caer a la provocación. En
cambio, el candidato de las izquierdas parece estar más empeñado en polarizar
la contienda electoral. Así se pudo constatar durante el programa de televisa,
“Tercer grado”. Desde el primer minuto de dicho programa López Obrador hizo
caer en su estrategia a los periodistas al poner sobre la mesa que de acuerdo a
sus propias encuestas encabezaba las preferencias electorales tres puntos
arriba de Peña Nieto. Los conductores de televisa mordieron el anzuelo al
llevarlos a su terreno en donde no lograron abrirle su coraza. Poco pudieron preguntarle
sobre sus propuestas de política económica, fiscal, energética, educativa,
salud o seguridad pública.
En la
entrevista del mencionado programa, López Obrador a nada se comprometió, ni
siquiera a respetar los resultados electorales del 01 de julio aduciendo que
eso lo decidirá el pueblo.
Esta
polarización en la competencia electoral por la silla presidencial –digan lo que digan las autoridades
hacendarias- ha permeado negativamente en los mercados. La incertidumbre se
apodera de los inversionistas al iniciar una fuga de capitales a otros países,
lo que explica la devaluación del peso frente al dólar.
El problema
es saber qué pasará un día después de los comicios del 01 de julio. Si el
candidato ganador rebasa los 5 puntos de ventaja sobre el candidato del segundo
lugar, no pasará nada; probablemente haya impugnaciones ante los órganos
electorales; pero hasta allí.
Lo que debe
preocuparnos es si AMLO pierde por escasos puntos porcentuales. Conociendo su
trayectoria política, no solo impugnaría el proceso electoral por la vía legal
sino que ahora está mejor pertrechado orgánicamente para movilizar a millones de
gente por todo el país. Aquí está lo peligroso. Las masas desbordadas por las
calles serán difíciles de controlar, lo que podría alentar una brutal represión
policiaco-militar de consecuencias imprevisibles. A nadie le conviene la
violencia y la represión en las calles porque eso llevaría a nuestro país a una terrible crisis política, social y
económica que pondría en riesgo a nuestras incipientes instituciones
democráticas.
Peña Nieto,
López Obrador y Josefina Vázquez Mota tienen en sus manos el destino de nuestra
nación. Evitemos que se encube el huevo de la serpiente.