Evaluando a
los 3 candidatos más competitivos como lo son Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel
López Obrador y Josefina Vázquez Mota durante su desempeño en el último debate
qué, por cierto fue visto por más de 15 millones de personas, según la percepción
popular la candidata del blanquiazul fue la que más cuestionó a sus tres
adversarios. Hizo una muy buena parodia
cuando llamando a realizar un ejercicio de imaginación, les puso faldas y a
cada una de esas imágenes nos mostró su
lado oscuro para luego ella alzarse como la única opción para gobernar el país.
La candidata
panista hizo buenas propuestas pero dejó ver claramente que sería la continuación
de los dos gobiernos panistas anteriores, lo que quiere decir será más de lo mismo, pero con n nuevo
maquillaje.
Nos dio la impresión
que su estrategia de abrir fuego en contra de sus 3 adversarios no fue planeada
para ganar la elección presidencial sino más bien para no perder el segundo
lugar, lo cual sería catastrófico para el partido en el gobierno, en este caso,
el PAN.
En cambio,
el candidato del PRI-PVEM con la confianza que le da saberse arriba en las
preferencias electorales acudió al debate asumiéndose como el próximo
presidente de la República. Con un discurso pragmatista se dirigió a los
mexicanos asegurándonos que durante su gobierno habrá reconciliación nacional
mediante el respeto a la pluralidad; a la libertad de expresión y a los Derechos
Humanos; que buscará acuerdos en el Congreso de la Unión para emprender las
grandes reformas estructurales que demanda la nación.
Lo que
considero el meollo de su estrategia fue llegar a los bolsillos de los millones
de electores ofreciéndonos que habrá más empleos, mejor remunerados; que a las
familias elevará sus niveles de vida porque se reactivará la economía en el
campo para que haya alimentos básicos baratos; que habrá una reforma energética
sustentada en la inversión pública y privada que incrementará las finanzas
nacionales y así abaratar el servicio de energía eléctrica.
En sus
propuestas sociales de igual manera enfatizó en el apoyo alimentario a los
adultos mayores de 65 años; el seguro de vida a las jefas de familia; el seguro
al desempleo; el pago de vales para medicamentos cuando no los haya en el
ISSSTE, IMSS y Seguro popular; computadoras a los niños y niñas de quinto y
sexto año con derecho gratuito a internet; becas para estudiantes pobres y
ampliar el programa “Oportunidades” En fin,
son las mismas propuestas del candidato de las izquierdas.
Esta vez,
Peña Nieto no encaró a López Obrador; ni este al candidato priista. Extrañamente,
no se tocaron ni con el pétalo de una rosa.
Al igual que
Peña Nieto, el candidato de las izquierdas se asumió como si fuera arriba en
las preferencias electorales. Hilvanó un discurso sereno, de propuestas en
materia de política interna y exterior. Sus tres ejes centrales fueron: uno, austeridad
republicana, es decir, bajar los salarios y quitar privilegios de la alta
burocracia federal para ahorrar 300 mil millones de pesos, cantidad que ya fue
cuestionada por el presidente Calderón y por el titular de la Secretaría de
Hacienda.
Dos:
reactivar la economía mediante un pacto
con el sector empresarial de manera que genere millón y medio de empleos al
año; mejores salarios; menos desigualdad social; serenar al país de la
violencia en tanto que habrá una policía federal de mando único, bien
capacitada e incorruptible; más opciones de educación a nuestra juventud a
efecto de que no valla a servir como carne de cañón del crimen organizado, o
sea, en voz de López Obrador, salvar a la nación.
La tercera
propuesta fue su política de anticorrupción, rendición de cuentas y acabar con
la impunidad, que es el cáncer que agobia a nuestro país.
Pudimos advertir
claramente que esta vez López Obrador no fue rijoso. Al contrario, trató de
dejar la impresión de un político sensato, conciliador, dispuesto a dialogar
con todos, receptivo a la crítica de sus adversarios, con la suficiente
experiencia como para sacar al país de la pobreza y de la violencia. Obviamente
su estrategia fue dirigirse a los electores indecisos; a que pierdan el miedo
al cambio, asegurándonos que será por la
vía pacifica, institucional y de reconciliación nacional.
En suma:
Enrique Peña Nieto le apostó a la consolidación de nuestras actuales instituciones
democráticas para mejorar el bolsillo de las familias mexicanas.
López
Obrador le apuesta a un cambio de sistema de gobierno –que ya no funciona, que
está podrido- a otro más igualitario, fraterno, donde no haya tanta desigualdad
social y que se restablezca la seguridad en las calles otorgándoles un mejor
destino a millones de jóvenes que terminan en las bandas delincuenciales.
Por su
parte, Josefina Vázquez Mota reiteró su compromiso con los derechos de la
mujer; mejorar el sistema educativo de nuestra niñez y juventud y mantener la
estabilidad económica del país que ha evitado las recurrentes crisis económicas
de los gobiernos priistas. Doña Josefina, en la percepción ciudadana fue la que
mejor lució durante el pasado debate, pero eso no le alcanzará para ganar la
silla presidencial. Mas de lo mismo, no creo que sea la mejor opción para los
mexicanos. Allí están los 60 mil muertos y miles de desaparecidos que no son la
mejor carta de presentación para quien le apuesta al continuismo.