La victoria de Barack Obama sobre el Republicano, Mitt Romney
en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos celebradas el pasado 6
de noviembre nos concita a la reflexión de como la unión de las minorías étnicas
y la clase media blanca en torno a un proyecto de gobierno y a un líder que
habla sin tapujos de cara a la nación venció la adversidad y a los poderes
facticos que presionaron para mantener el statu quo que les facilita conservar sus privilegios.
La derecha agrupada en el partido Republicano hizo hasta lo
imposible por sacar de la Casa Blanca a Obama; pretendió desbarrancar su
reeleción mediante una campaña sistemática de hacerlo responsable del terrible
desempleo, el enorme déficit fiscal y la desaceleración de la economía. Es
decir quisieron endosarle el enorme gasto militar de la política guerrerista de
los ex presidentes Bush.
Las clases medias y las minorías étnicas fundamentalmente la
hispanoamericana no se lo creyeron y salieron a votar para ratificar su
confianza al Presidente Obama por cuatro
años más.
Contra lo que se vaticinaba que sería una competencia muy
reñida, no lo fue. Obama ganó 303 votos electorales, en tanto que el candidato
conservador, Mitt Romney apenas logró rebasar los 202 votos electorales. En el
voto popular también ganó Obama con más de dos millones de votos.
Otra lección que deja los comicios en los Estados Unidos es
sorprendentemente sencilla. Aun cuando la competencia de los dos candidatos fue
virulenta y de confrontación, al conocerse los resultados esa misma noche el
candidato Republicano reconoció su derrota y felicitó a su adversario
prometiendo trabajar juntos por el bien de la Nación. No hubo regateo o puso en
duda la honorabilidad de los colegios electorales estatales, pese a que este
sistema electoral es obsoleto.
Está comprobado que si no hay una cultura cívica-democrática y confianza en sus instituciones, por más
sofisticado que sea el aparato electoral no hay garantía que los candidatos
respeten el voto popular.
Llamó sobremanera la atención una frase de Obama en su
discurso de agradecimiento a quienes sufragaron por su reeleción. Exclamó: “lo
mejor esta por venir”.
¿Será que ahora si habrá una profunda reforma migratoria para
que millones de indocumentados latinoamericanos que hicieron posible su
victoria adquieran sus derechos plenos?
¿O tiene en mente iniciar un proyecto de recuperación
económica que genere millones de empleos, mejorar los sistemas de educación,
salud y de esta misma manera recuperar el bienestar de los millones de
norteamericanos que se mueven en la línea de pobreza?
Otra de las políticas
que seguramente están en la mente de Obama es ya no mandar al matadero a miles
de jóvenes a guerras intervencionistas en otras latitudes del mundo como así lo
hicieron sus dos antecesores. Uno de los
factores que desfundaron la economía de los E.U fue precisamente su política
militarista en el exterior, ya que millones de dólares fueron a parar las
grandes fábricas de armamento. Esta política llegó a su fin. Según Obama, todo
ese presupuesto se orientará a la reactivación de la economía.
Otro de los retos que tendrá que enfrentar Obama de aquí al
31 de diciembre es llegar a un acuerdo bicamaral para evitar el precipicio fiscal.
De no haberlo, a partir del primero de enero automáticamente habrá una fuerte
reducción en el gasto público, sobre todo en programas sociales y se
incrementarán los impuestos. Esto llevaría a una recesión económica que
impactará en todas las economías del mundo.
Si las empresas trasnacionales le apostaron a la caída de
Obama de la presidencia ahora tendrán
que presionar a los republicanos para que la hecatombe de la recesión no los
arrastre.
El presidente Obama tendrá que lidiar por cuatro años más con
un gobierno dividido dado que su partido demócrata no tiene mayoría en la Asamblea
de Representantes; ahora tendrá que echar mano de todo su poder presidencial y
el amplio respaldo popular para sacar adelante su proyecto de gobierno
humanista y de respeto a la soberanía y autodeterminación de todo los países
del mundo. Recuérdese, que si le va bien a Estados Unidos, le irá bien a
nuestro país, en tanto que hoy nuestra economía está inexorablemente ligada a nuestro
vecino país del norte.