Por Francisco Cruz Angulo
El dirigente estatal del Partido Acción Nacional, Ramón
Cambero no acabó de entender la profundidad de la crisis interna en la que está
inmerso su partido a nivel nacional.
En días recientes comentó a un medio de comunicación local la
actitud sectárea de algunos perredistas
que desaprueban una alianza con el Grupo Álica en las elecciones estatales del
2015, fundamentalmente en el municipio de Tepic. Dijo que se debe ser humilde y
generoso, sin excluir a nadie en una alianza PRD-PAN. Sin embargo sentenció que
en todo caso es o debe ser decisión de sus dirigentes estatales y nacionales.
El líder estatal del blanquiazul o no concurrió a la última
asamblea nacional del PAN o no captó los nuevos lineamentos estatutarios que
señalan que serán los militantes los que decidan libremente quienes deban ser
sus dirigentes y sus candidatos a puestos de elección popular.
Puede haber otra explicación, a que sea uno de los miles de
delegados panistas que no estuvieron de acuerdo en renovar sus obsoletos estatutos que
sustentaron durante décadas a una cúpula panista que desde la Ciudad de México
tomaba las decisiones en la vida interna del partido.
Lo que no pueden ocultar los líderes nacionales de Acción
Nacional es la profunda división interna en su organización tras su derrota
electoral presidencial del 2012 y la pérdida de gubernaturas, diputados,
senadores y presidencias municipales en todo el país.
Sus corrientes internas se disputan los despojos del partido
que en sus dos últimos sexenios registraron un padrón entre militantes y
adherentes de poco más de un millón 500 mil ciudadanos. ¿Por qué de la noche a
la mañana solo acudieron a refrendar su militancia alrededor de 450 mil ciudadanos?
Los panistas están metidos en desenredar el nudo de Giordano.
No encuentran por dónde empezar para explicarse las causas de su derrota
electoral pese a que fueron gobierno
presidencial durante doce años.
La corriente que encabeza su presidente nacional Gustavo
Madero es de la opinión que debe hacerse una profunda crítica y autocrítica
para detectar en donde le fallaron a los mexicanos y a sus militantes. Esta
crítica tiene que pasar necesariamente por lo que hicieron y dejaron de hacer
los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón. Hasta hoy solo guardan silencio
y rehoyen el debate.
Gustavo Madero y su grupo consideran que es necesario
reformar al partido dándole nuevo rumbo programático, adecuar su vida
estatutaria a las nuevas circunstancias políticas y reafirmar sus principios
ideológicos a efecto de hacerlos cumplir a cada uno de sus militantes. Otra
premisa es abrir el partido a la sociedad y eliminar el dedazo cupular.
El problema es que está solo en esta cruzada por la renovación
de su partido. Prueba de ello es que por falta
de quórum legal no se instaló formalmente en su momento el consejo
nacional; y más recientemente la asamblea nacional, por lo airado del ambiente
y de confrontaciones cientos de delegados abandonaron el recinto oficial sin
llegar a la aprobación total de sus
nuevos estatutos y programa de acción.
Paradójicamente esta debilidad de Gustavo Madero dentro de su
partido, lo ha traducido en fortaleza en el Congreso de la Unión y en el “Pacto
por México” suscrito por primera vez en la historia reciente con el PRI y el
PRD en común acuerdo con el presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
En esta histórica alianza de gobierno nadie podrá cuestionar
que allí están enunciadas las principales demandas programáticas de los tres
partidos más representantes de nuestra Nación (PAN-PRI-PRD).
Algunas de ellas ya fueron aprobadas como Reformas
Constitucionales; otras esperan ser debatidas y aprobadas en los próximos
meses; entre otras, la reforma Energética y Hacendaria, las que seguramente
pondrán a prueba la fortaleza y debilidad de ese Pacto.
Lo que sí es un hecho que estos inéditos acuerdos hicieron
posible con la autoexclusión de los grupos ortodoxos y radicales de esos tres
partidos, sin los lopezobradoristas en el PRD; sin los calderonistas en el PAN
y sin los dinosaurios en el PRI.
En lo que va en la era presidencial de Peña Nieto en poco más
de tres meses de gobierno se sacaron reformas trascendentes como la Ley de
Contabilidad Pública Gubernamental;
Reformas a la Ley Federal del Trabajo; la reforma a la Ley de
Transparencia y Acceso a la Información, a la que se le dotó de total
autonomía; la reforma constitucional al sistema educativo nacional; la reforma
a la Ley de Amparo; la reforma Constitucional en Telecomunicaciones que liquidará
los monopolios en esta industria estratégica.
Evidentemente el costo político para el presidente nacional
del blanquiazul será muy alto, hasta podría costarle la cabeza como muchos
panistas lo demandan.
Esta misma situación vive el PRD que preside Jesús Zambrano.
Recientemente fue abucheado y tildado como traidor por las huestes perredistas
inconformes y más proclives a línea lopezobradorista.
Dígase lo que se diga de ambos políticos esta vez, aun en la
derrota actúan como políticos de gran estatura que propugnan por la
transformación de nuestro sistema político; y no como rehenes del viejo discurso
contestatario y ramplón que a nada conduce.