Conjeturas
Por
Francisco Cruz Angulo
El cambio climático hace estragos en el país año con año. En
el 2012 sufrimos las inclemencias de un severo hastiaje en las regiones
agropecuarias del país que trajo el desabasto de los alimentos básicos y que el
Gobierno Federal se vio en la necesidad de importarlos, lo que provocó un
incremento en sus precios.
Esta vez nos enfrentamos a la inclemencia de lluvias
torrenciales que han desbordados ríos, provocando derrumbes de cerros que bloquean
caminos vecinales y autopistas dejando aislados a miles de familias de los
centros de abasto de alimentos y de servicios médicos y provocando la muerte de
no menos de 90 personas y desplazando a más de 40 mil habitantes que perdieron
sus casas y enceres domésticos a consecuencia
de los dos ciclones que azotan a nuestro país desde hace
dos semanas. Ellos son: el denominado “Manuel” que su formó en el océano
pacifico y el “Ingrid” que vino de las entrañas del golfo de México. Los
estados más dañados son: Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Guerrero, Morelos,
Jalisco, Colima, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo, Campeche y
Yucatán. En el resto solo hubo copiosas lluvias pero de menores consecuencias
como en Nayarit.
Un buen indicador del gobierno de Enrique Peña Nieto fue cuando
éste tomó la batuta y personalmente se trasladó a los estados más afectados
para conocer la cuantía de los daños. Simultáneamente designó a varios
secretarios de estado para que se pusieran
al frente junto con gobernadores para atender de emergencia a la
población afectada.
En coordinación con las fuerzas armadas y los responsables de
protección civil evacuaron a cientos de personas que estaban en zonas de peligro llevándolos a
los albergues los cuales estaban bien equipados con alimentos, atención medica
mientras que a los habitantes que no tuvieron la misma suerte vía aérea se les
llevaron despensas, medicamentos y
utensilios de uso personal.
Para darnos una idea de los daños, el gobernador de Guerrero
habla de una inversión inicial de 5 mil millones de pesos para reconstruir
aquella entidad.
Hay un hecho que es importante destacar. Cuando el presidente
Peña Nieto escuchó a damnificados guerrerenses sus reclamos de ayuda humanitaria
instruyó a la titular de la SEDESOL, Rosario Robles a que se levantara un censo
de daños vivienda por vivienda a efecto que se distribuyeran los apoyos
personalmente, sin intermediarios a fin de evitar que vivales los trafiquen en
el mercado negro o los utilicen para fines electorales.
Cabe señalar que los apoyos en las zonas de emergencia fueron
solidarios todos los sectores sociales: desde empresarios hasta sindicatos y
miembros de las organizaciones no gubernamentales que se mostraron preocupados
por personas desaparecidas. De igual manera todos los medios de
comunicación por radio, televisión y
prensa escrita tuvieron cobertura desde el lugar de las zonas siniestradas
siendo un vaso comunicante con los familiares de las víctimas del desastre
natural.
Si bien los coletazos de “Manuel” e “Ingrid” todavía no
concluyen la población y las autoridades siguen estando en máxima alerta.
Lo que muchos analistas reflexionan y que yo comparto de cuál
será la actitud de los gobiernos cuando bajen los caudales de los ríos y se
desagüen las zonas afectadas. Solo entonces conoceremos la magnitud de los
daños. Uno se pregunta ¿Habrá continuidad en la reconstrucción y en la
recuperación de sus bienes de los que se quedaron sin patrimonio familiar porque lo perdieron todo? Lo peor es que son
los más pobres.
¿Qué conducta asumirán los titulares de los programas
sociales cuando llegue la rutina y los medios de comunicación hagan hincapié en
otros temas de la vida nacional?
Por experiencia en otros desastres naturales solo los días de
la contingencia se muestran solidarios y hasta preocupados por la tragedia de
sus semejantes, pero luego viene la modorra, el desgano, el fastidio y el
terrible burocratismo para atender sus demandas a tal grado que los
damnificados son abandonados a su suerte. Como lo dicen algunos políticos demagogos
y sínicos “que se rasquen con sus propias uñas”.
Nuestros gobernantes no deben olvidar que el país está muy
cerca de llegar a la recesión si no se pone en práctica un plan de
emergencia para reactivar la economía.
Con el desastre natural vivido en las mejores zonas
productivas de alimentos, los 27 mil millones de pesos anunciados por Peña
Nieto serán insuficientes para echar a andar el país.
Nayarit tiene una enorme oportunidad de catapultarse como
granero nacional, ya que nuestras tierras
de cultivo no fueron afectadas
por esos dos fenómenos meteorológicos. Nuestros legisladores deben hacer
equipo con Roberto Sandoval para atraer créditos a la actividad productiva en
el campo nayarita. No dejemos pasar esta oportunidad.