Conjeturas
Por
Francisco Cruz Angulo
El Presidente Enrique Peña Nieto promulgó el fin de semana la nueva
Ley del Instituto de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) que
le concede plena autonomía y amplía el número de sus consejeros así como le
otorga más facultades para que cumpla con sus objetivos.
De acuerdo a la nueva ley los ciudadanos podremos tener
acceso a toda la información que generen los tres órganos de gobierno, partidos
políticos, sindicatos y empresas descentralizadas para que sepamos en que, dónde
y cuantos recursos públicos se aplican en el ejercicio del gobierno. Según el
mandatario federal de esta manera se obligará a la rendición de cuentas y
actuar con transparencia de nuestros gobernantes.
Del dicho al hecho hay mucho trecho, dice la vox populi. En
efecto gobiernos van y gobiernos vienen y el mismo discurso. Recordemos que la
lucha en contra de la corrupción pública y la opacidad en la rendición de
cuentas la inició el ex presidente Miguel de la Madrid con aquel novedoso
slogan de su campaña: “la renovación moral de la sociedad” que sería la línea
estratégica de su administración.
Luego llegó Carlos
Salinas al poder presidencial y para dar certeza que iría a fondo en contra de
la corrupción metió a la cárcel a Joaquín Hernández Galicia “la quina”, líder
vitalicio del Sindicato Petrolero y enseguida depuso a Carlos Jonguitud de la
presidencia vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Solo que la medicina fue peor que la enfermedad. En vez de promover la
democratización de ambos sindicatos lo único que hizo fue sustituir a los
viejos caciques por otros que con el tiempo fueron peores que sus antecesores.
Carlos Deschamps en el sindicato petrolero y Elba Esther Gordillo en el SNTE,
hoy en la cárcel.
Fue tal la opacidad y falta de rendición de cuentas en el
gobierno salinista que la venta de empresas paraestatales a la iniciativa privada
tales como Telmex, Ferrocarriles nacionales, el Canal de televisión del estado
(Univisión), y otras. Lo más emblemático
de la opacidad fue el rescate bancario denominado el fobaproa que se hizo tras bambalinas y nunca se dio a
conocer con transparencia los términos de la privatización de nuestro
patrimonio nacional.
Otro esfuerzo de la transparencia lo hizo el presidente
Vicente Fox cuando creó el IFAI. Si bien fue un gran paso en la rendición de
cuentas, durante los dos gobiernos panistas se quedó en un organismo burocrático
cooptado por los gobiernos estatales en tanto que decidía qué información
podría tener acceso la población.
No hay duda que el haberle dado autonomía al IFAI y nuevas
facultades por la actual Legislatura Federal representa un gran esfuerzo en la transparencia
y rendición de cuentas de nuestros gobernantes. Sin embargo de que sirve que
ahora podamos conocer en las páginas de internet en qué y cómo se gastan
nuestros impuestos si cuando vamos al terreno de los hechos a constatar que
allí están invertidos nuestros recursos nos llevamos la sorpresa que la obra
está inconclusa, sobrevaluada o que de plano no existe.
En este caso lo más
conveniente es de que exista la cultura de la denuncia ciudadana para que se
finquen responsabilidades a servidores públicos corruptos. El problema es que
no hay esta cultura de la denuncia porque es desalentada por los mismos
procuradores de justicia que se hacen los disimulados o integran muy mal las
averiguaciones previas, ya no se diga si están en contubernio con los
funcionarios denunciados. La transparencia y rendición de cuentas debe tener
consecuencias penales para todos aquellos gobernantes que utilizan el poder
para engordar sus chequeras personales o el de su familia.
Mientras no veamos a funcionarios corruptos en la cárcel y
reembolsando el dinero público que se robaron, por más autónoma que sea el IFAI
seguirá siendo un instrumento de simulación.