Por Francisco Cruz Angulo
Durante varias décadas los maestros agrupados en el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) gozaron de privilegios gracias
a que sus dirigentes formaban parte de la cúpula priista en el Poder
Presidencial.
Esta simbiosis SNTE-Gobierno tenía dos propósitos
fundamentales: uno, garantizarle al tricolor millones de votos en las
contiendan electorales y, dos, ejercer el absoluto control sobre el sindicato
más poderoso del país. El gremio magisterial estuvo subordinado a la plataforma
ideológica priista del sistema educativo nacional.
A cambio de esta subordinación sus líderes obtenían puestos
de elección popular, prebendas económicas, en tanto que a los maestros de a pie
se les garantizaba a perpetuidad sus plazas como patrimonio familiar y hasta
podían venderlas al mejor postor.
Fue tal el poder que acumuló su última presidenta nacional,
Elba Esther Gordillo que desde el sexenio priista de el ex presidente, Ernesto
Zedillo, luego en los regímenes presidenciales panistas logró alcanzar el total
control del sistema educativo nacional.
En el curso de éste último cacicazgo magisterial emanó desde
sus entrañas la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en
los estados de México, Guerrero, Morelos, Tabasco, Chiapas y Oaxaca los que
entre uno de sus objetivos era la democratización de su sindicato y tener
libertad partidista y ser tomados en cuenta en el diseño y orientación de los
planes y programas de estudios, es decir, recuperar la autonomía sindical respecto
al Estado.
Como todos sabemos el cacicazgo de la Profra. Gordillo
concluyó cuando el Gobierno de Enrique Peña Nieto la llevó a la cárcel acusada
de lavado de dinero y asociación delictuosa.
El mandatario federal creyó que sin la presencia de Elba
Esther en el SNTE tendría despejado el camino para hacer su reforma educativa
constitucional. Fallaron sus cálculos. Elba Esther anidó células de insubordinación y agitación
anidadas en la CNTE, mismas que en la última semana secuestraron las dos Cámaras
del Congreso de la Unión y cercaron al aeropuerto internacional de la Ciudad de
México con el fin de impedir que los legisladores aprobaran las leyes
reglamentarias al Artículo 3° Constitucional.
Las huestes de la CNTE lograron que la Ley de la Carrera
Profesional Docente no fuera dictaminada en el pasado periodo extraordinario de
sesiones nada menos que el corazón de la reforma educativa de Peña Nieto. O
sea, lo que no logró hacer Elba Esther con todo su poderío, alrededor de 25 mil maestros ejercieron
presión en las calles lograron un primer triunfo al poner contra la pared al
Gobierno Federal priista.
Se estiró tanto la cuerda en los dirigentes de la
Coordinadora y los líderes de las bancadas del PRI-PAN y PRD respecto a la exigencia
de los inconformes de abrogar la reforma al Artículo 3° Constitucional que
obligó a intervenir al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong;
después de varias horas de negociación se firmó un acuerdo de establecer una
nueva mesa de dialogo con los coordinadores de las bancadas del PRI-PAN y PRD,
tanto de diputados como de senadores a cambio de levantar el bloqueo en la sede
de los dos poderes y en el aeropuerto internacional, mientras que los maestros
prometieron replegarse al Zócalo
capitalino.
Por cierto, el jefe de la bancada panista en el Senado,
Ernesto Cordero fue más papista que el Papa. Durante el amotinamiento de los
profesores inconformes en las dos Cámaras exigió al Gobierno Federal y al del
D.F que se utilizara la fuerza pública para restablecer el orden y la paz
pública. Culpó específicamente al Jefe
de Gobierno, Miguel Ángel Mancera de los
hechos vandálicos de los disidentes.
Esa exigencia del legislador panista es como echar más
gasolina al fuego. ¿Qué gobernante se atrevería a enfrentar con armas de fuego a
una muchedumbre enardecida? Solo un baño de sangre lo lograría.
¿Por qué no hizo ese mismo reclamo al presidente Fox cuando
cedió a la demanda de los macheteros de Atenco de no construir un nuevo
aeropuerto internacional?
En fin, los gobiernos priistas enfrentan lo que ellos mismos
prohijaron en el pasado.