Las
desavenencias internas en el blanquiazul no pueden borrarse de la noche a la
mañana. El encontronazo de su corriente con la dirigencia panista estatal cooptada
por los subordinados al Grupo Álica dejaron sembradas descalificaciones, resentimientos,
dudas y desconfianza que, quieran o no, permearán las relaciones entre ambos
grupos que se disputan el control del partido. Esto se reflejará en las
acciones de campaña y en el comportamiento de los
electores simpatizantes. A la que menos le preocupa ganar es a la señora Martha
Elena García porque de antemano sabe que está amarrada a un escaño en el Senado
de la República. Además no es tan ingénua como para dejar pasar a su compañera
de fórmula que de llegar a la cámara alta del Congreso de la Unión se
proyectaría como la más probable candidata a gobernadora del Estado en el 2018.
Ivideliza
equivocó su estrategia. Se dejó llevar por el hígado. Su fugaz movimiento en
contra del dirigente estatal Ramón Cambero no le dejó un saldo positivo. Exhibió
a sus adversarios y a ella misma como políticos inmaduros e inconsecuentes, más
interesados por sus intereses personales que los de su partido.
Ahora la “potranca
azul” tendrá que navegar contra corriente. Probablemente la hicieron
reconsiderar su vuelta a la candidatura desde el CEN del blanquiazul con el propósito
de ganar votos a favor de la alicaída campaña presidencial de Josefina Vázquez
Mota, que no remonta en la mayoría de las encuestas de preferencias
electorales.
Lo que más
daño hace a los candidatos a la presidencia de la República, tanto en el PAN
como en el Movimiento Progresista que encabeza Andrés Manuel López obrador es
precisamente la división de sus corrientes internas que no lograron llegar
unidos una vez que se eligieron o designaron a los candidatos a todos los
puestos de elección popular.
Si a lo
anterior agregamos las malas estrategias para enfrentar al puntero priista
Enrique Peña Nieto se explica el por qué el candidato del PRI se mantiene
arriba por más de 20 puntos en la intención del voto respecto a su más cercana competidora, Josefina Vázquez Mota. Una
prueba de que la unidad interna es vital para ser competitivos lo demuestra el
PRI en el escenario nacional y el PRD en el Distrito Federal.
En la Ciudad
de México, el candidato al gobierno del DF por el Movimiento Progresista,
Miguel Ángel Mancera puntea en las preferencias por más de 20 puntos respecto a
Beatriz Paredes, la candidata del tricolor. Las razones son las siguientes:
una, el Revolucionario Institucional en el DF está fracturado desde cuando ganó
la jefatura de gobierno, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas. Hasta la fecha el PRI no
logra levantar cabeza y por lo que se ve en el horizonte, Beatriz Paredes no
logrará despuntar aun cuando durante la semana pasada Peña Nieto la arropó en
su gira de proselitismo electoral por algunas demarcaciones de aquella zona
metropolitana. Es previsible que los electores emitan un voto dividido.
Dos, el PRD viene
haciendo buenos gobiernos en el Distrito Federal, por lo que los chilangos
votarán a favor del proyecto que encabeza, Marcelo Ebrard y el candidato de las
izquierdas, Miguel Ángel Mancera. Incluso varios de los programas sociales del
Distrito Federal, Peña Nieto los ha tomado como suyos durante la firma de sus
compromisos de Gobierno.
Ante esta
perspectiva en donde los electores tendrán que definir la orientación de su
voto en función a la evaluación que hagan de los gobiernos estatales y
municipales, es probable que la estrategia de los partidos políticos esté centrada
en la competencia de sus candidatos al Congreso de la Unión. Uno se pregunta si los electores esta vez le darán
la mayoría en ambas cámaras al candidato presidencial ganador de manera que no
tenga que lidiar infructuosamente con las bancadas opositoras para sacar
adelante su proyecto de gobierno porque como lo hemos expresado, los gobiernos
divididos han frenado las grandes reformas estructuras que requiere la nación.